Si Nacho Vegas toca una noche en Madrid canciones de su último disco, mil personas irán a verlo. Si toca tres noches en Madrid, tres mil. Parece fácil sumar cuando se habla de Nacho Vegas pero no resulta fácil olvidar que “Desaparezca aquí”, su anterior disco, vendió solamente 5.000 copias.
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Siempre que esto en Wilshire o Sunset durante la hora del almuerzo trato de establecer contacto visual con el conductor del coche que tengo más cerca, atrapado por el tráfico. Cuando esto no sucede, y habitualmente no sucede, me vuelvo a poner las gafas de sol y avanzo lentamente con el coche. Cuando entro en Sunset paso junto al cartel que vi esta misma mañana y que dice: “Desaparezca aquí”, y luego aparto la vista y trato de quitarme esa frase de la mente.
Menos que cero, Bret Easton Ellis.
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Parafraseando a Melville, si bien la melodía de las canciones de Nacho Vegas parecen hechas en el amor, sus letras fueron creadas en el horror. En el último disco, El Manifiesto Desastre, Nacho Vegas intenta engañarnos con melodías alegres ─es el caso de Crujidos o Mondúber─ mientras nos cuenta las desgracias del desastre humano, piensa en mí como si me quisieras. Porque este disco no es un manifiesto comunista, es un siniestro, un desastre manifiesto y a todos nos sorprende que, en sus conciertos, el público se sepa las letras de sus canciones tan largas, complejas y sin estribillo. Y no se equivoquen. Mi primer concierto de Nacho Vegas, fui con unas personas que, por entonces eran mis amigos. Ahora no lo son, obviamente. Vimos a Nacho Vegas y yo absorbía literatura por los poros y música por los oídos, estaba en un estado similar al de la droga más dulce ─si es que de verdad existe y no tiene ese amargor del día siguiente, con la nariz sangrando─ cuando una de esas personas preguntó a otra persona, “si has pagado 14€ por ver este concierto, ¿cuánto hubieras pagado por no tener que verlo?” A la mañana siguiente a alguien le sangró la nariz, pero gracias a la violencia. Vamos bien, dije vamos bien, pero podemos ir aún mejor.
Las canciones de Nacho Vegas son así porque a él le gustan así. Parece que ha trasladado lo mejor del folk americano, él escucha canciones que cuentan historias, así que cuenta historias en sus canciones. Como sucede con Canción de Isabel, esa canción que no pasa desapercibida pero nadie sabe decir en qué disco está exactamente. Es normal escuchar a alguien en los conciertos de Nacho Vegas gritar ISABEL, ISABEL, ISABEL. No sé como sonará en directo pero soñé mil veces con escuchársela cantar sobre un escenario, anoche. Empieza con una guitarra perdida y después BOOM, tambores, tambores, tambores y me dicen ya te volveremos a llamar. La canción es sencilla y compleja a la vez, para mí es tan importante como el Apocalipsis a las Noticias de las 3, repite todo el rato la misma melodía, cuenta una historia que requiere quince capítulos de la mejor telenovela venezolana. Por eso no la canta en directo, porque igual en la versión en directo se confunde de letra y la historia acaba bien.
Cosas del directo. Hace un par de años Nacho Vegas cantó en Gijón y empezó a tocar la canción de “nuevos planes, idénticas estrategias” pero casi se muere al empezar a cantar, la banda paró en seco, se hizo el silencio, nadie respiró, Nacho Vegas se quedó sin aire, volvió a abrir los ojos, respiró y dijo: es una noche demasiado triste para tocar esta canción. Y empezó a tocar otra cosa. Esa canción es maravillosa porque es capaz de hablar en apenas cinco minutos del Carrefour, del tiempo meteorológico, de los aeropuertos, del gobierno, de los peinados de las mujeres, de Chernobil y todo tiene sentido. CANCIÓN TRISTE LA DE OCHO Y MEDIO. Pocas veces habla Nacho de Madrid, pocas. Y cuando habla, habla mal. Esa ciudad es un vertedero humano, está tan lleno de mierda que nos encanta removerla, con la esperanza de encontrar el diamante. Esa canción habla de una gotera y de lo mucho que te echo de menos pero ya no creo en ti. Eres una zorra y no voy a perder un minuto más en ti. De hecho, que sepas que ahora que te oigo llorar / en lugar de ir hacia ti / me vuelvo a anestesiar / y me limito a subir el volumen del televisor. Y qué me dices de Cerca del Cielo (la canción de Juanito Oiarzábal) y al final conseguí completar los catorce ochomiles y aún me sobró tiempo para gritarle a los astros / “Ved lo que soy” / y que el resto no es más / que guijarros que caen al vacío. ¿Qué quiere decir Nacho Vegas con esto? Esto es literatura y le ha puesto un poco de música para disimular. Recuerdo el verano del 2008, hace tantísimos años, era julio y era sábado, Berlín y yo estábamos en la calle a las afueras de Madrid, cuatro de la mañana y las dos gritando, que no cantando, esta canción con dos guitarras. Hasta que nos echaron de allí.
Y qué hizo con Christina Rosenvinge. En una ocasión, en una entrevista en no sé qué canal de mierda español, les preguntaron sobre los duetos al (valga la redundancia) dueto y a Nacho le preguntaron ¿con quién crees que le gustaría hacer un dueto a Christina? Y él respondió: con Ray Loriga.
No sé qué pensará Jorge-Ray de todo esto, sólo sé que lleva su nombre tatuado en el antebrazo derecho pero que tiene las letras al revés, como si fuera un espejo, como si se le hubiera caído el cielo encima y un espejo hubiera estallado en mil pedazos. No, Ray. no debiste irte con esa modelo de mierda. No sabe leer. Un verano fatal, o como después de una primavera en calma siempre le sucede un verano fatal. Ahora es verano en el hemisferio norte, cuarenta grados a la sombra, como poco a poco me voy empezando a encoger. No sé si fue antes la música o la letra, si la colaboración musical o el sexo sin condón. Sé que Nacho Vegas le escribió un correo electrónico a Christina hace años, que Christina se acababa de crear esa dirección de correo electrónico y que años después los vieron de la mano yendo a los cines Ideal, en la plaza Jacinto Benavente de Madrid.
En cuanto a Enrique Bunbury… Enrique no necesitaba hacer el MAGNÍFICO disco que grabó con Nacho pero quizá Nacho SÍ lo necesitaba para demostrarle al público que sabía hacerlo bastante bien. Días extraños o la canción perfecta. (también el título de un libro de Ray Loriga, llamémosle libro y no novela a esa maldita recopilación de palabras). Justo antes de eso, Bunbury se había largado a Cuba y escribía postales desde el frente y en una de ellas escribió la letra de no fue bueno, pero fue lo mejor una canción que no tiene nada que ver con Nacho Vegas pero me encanta y tenía que decirlo. Bravo, es un disco redondo. Bravo, permíteme aplaudir por tu forma de herir mis sentimientos. Maldita sea, Nacho Vegas. ¿Cómo lo haces tan bien? Dime que drogas tomas, con quién te acuestas, qué desayunas a las cinco de la tarde.
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─Lo siento, querido, pero no puedo dejar que te marches tan fácilmente.
Julian cae poco a poco al suelo y se queda sentado.
Finn saca una jeringuilla y una cuchara y una caja de cerillas de Le Donne.
─¿Qué vas a hacer?─solloza Julian.
─Esta noche mi ayudante se tiene que tranquilizar.
─Finn… Lo estoy dejando. ─Julian se echa a reir─. Lo estoy dejando. Ya he pagado mi jodida deuda. No quiero más.
Pero Finn no le escucha. Se pone en cuclillas y agarra el brazo de Julian y le sub la manga de la chaqueta y la camias y se quita su propio cinturón y se lo ata alrededor del brazo y le da unos golpecitos en el brazo para encontrar una vena y al cabo de un rato encuentra una y mientras calienta algo en la cuchara de plata lo único que dice Julian es:
─No, Finn, no lo hagas.
Menos que cero, Bret Easton Ellis. Compactos Anagrama. 5.50€ en la FNAC.
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Hace poco leí “Menos que Cero” de Bret Easton Ellis en el que hablaba del cartel que decía “Desaparezca aquí”. En alguna otra ocasión, Bret dijo que “Esto no es una salida” y Nacho Vegas se lo tomó muy a pecho. Y compuso un disco alrededor de las puertas sin salida, los infiernos sin techo, de las pocas veces que había algo que decir. Y ya que no hablas, chupa aquí también conocida como Hablando de Marlén y como Nacho Vegas nos vuelve a engañar creando literatura y diciendo que es una canción.
Simón, el ángel Simón. Quien quiera saber quién era su padre, de qué murió, las deudas que dejó, la viuda que se alegró de su muerte, que lea “Política de Hechos Consumados” mientras escucha la canción de El ángel Simón. Una vez le vi cantarla en directo y vi como se le caía una lagrimita cuando dijo “adiós papá” y es que Nacho Vegas, por mucho que vaya vestido de Austin Powers, emociona hasta a Bush, a Hitler y, si me apuras, a Aznar.
Hace un par de años Morrisey dijo que quería ir a Eurovisión y desde España, intentamos mandar a Nacho Vegas pero mandamos otro grupo de mierda más. Creo que en TVE no estaban muy de acuerdo con que el fervor nacional prefiriera enviar a Nacho Vegas a la ciudad europea de mierda que sea ─últimamente Eurovisión se celebra en Tel Aviv o en Moscú y nadie dice nada, ay si Hitler levantara la cabeza─ para que cante una canción de diez minutos como bien podría hacer con Cosas bien hechas. Podrías decir que todo esto fue un error, que Nacho Vegas es tan bienvenido en Eurovisión como un recién nacido subnormal, que un cáncer en la flor de la vida. Los europeos podrían pensar algo así, y pensarían bien. Ahora bien, que quede claro, si Morrisey no va, Nacho Vegas tampoco.
Porque Nacho Vegas es un tipo sencillo. Es buena persona, viste siempre muy elegante, no tiene hijos, va engordando a medida que se aleja de la droga y antes estaba muy gordo pero ya está adelgazando, si en algo cree, es en el Sporting de Gijón, fuma Winston, su novia es nórdica, le gusta beber Johnny Walker y tomar té. Lee mucho, muchísimo, le encanta Bret Easton Ellis, sabe pronunciar el nombre de Townes Van Zandt y podemos verle fácilmente en un concierto de M.Ward. Sin embargo, resulta imposible saber cuanta heroína sería necesaria para acabar con él: puede que se meta tres gramos y siga hablando de Moby Dick sin parar, puede que respire cerca de una cuchara para que esté al borde de la sobredosis mortal. Él asegura que la heroína no es lo peor, lo peor es la cocaína cuando te la metes por vena y no por la nariz. El nombre de Nacho Vegas va a acompañado de nombres propios como infelicidad, sobredosis, etc. Y es que Nacho, por culpa de las drogas, ha hecho mucho daño. En Morir o Matar, la última canción de “El Manifiestro Desastre”, cuenta un ejemplo: “y emprendiste así tu huída / y yo corrí a mi habitación / y mezclé en una cuchara el polvo blanco y el marrón / y con la sangre aún resbalando te llamé desde ese hotel / por favor entiende que algo no funciona en mí muy bien / y al otro lado te oí llorar / y yo seguí y no colgué / y me suplicaste “déjame de una vez, déjame de una vez”.
Y tus párpados cayendo se me antojan guillotinas.
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El psiquiatra al que veo durante el mes que estoy de vuelta es joven y tiene barba y conduce un 450 SL y tiene una casa en Malibu. Me siento en su consulta de Westwood, que tiene las persianas bajadas. Sigo con las gafas de sol puestas, fumando un pitillo, sólo para molestarle y a veces lloro. A veces le grito y él me grita a mí. Le cuento que tengo todas esas extrañas fantasías sexuales y su interés aumenta de modo notable. Empiezo a reirme sin motivo y luego me encuentro mal. A veces le miento. El me habla de su amante y de las reformas que está haciendo en su casa de Tahoe y yo cierro los ojos y enciendo otro pitillo, rechinando los dientes. A veces simplemente me levanto y me voy.
Menos que cero, Bret Easton Ellis.
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Y me voy, y me voy, y me voy, y me voy, y me voy, y me voy, y me voy, y me voy pero aún no me he ido. Otra vez lo ha vuelto a hacer. Una melodía alegre y al escucharla se nos seca la boca que pide tequile a gritos y recordamos todas esas promesas que no hicimos y que no cumplimos ni la mitad de la mitad y te vas, y te vas, y te vas, y te vas, dices hoy sí te vas, pero sigues conmigo.
Nacho Vegas es, simple y complejamente, Nacho Vegas. Un tipo que sólo aspira a hacer buenas canciones, y lo consigue, para que tú las escuches tranquilo en tu casa. Y a Nacho le da lo mismo vender 5.000 copias que que haya 3.000 personas esperándole en el público, él seguirá cantando, contando, componiendo para que tú, y el señor G., le escuchen.
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Y, para terminar, un poema de Nacho Vegas incluído en su libro “Política de Hechos Consumados”.
Esta noche en la que algo anega mi pecho
y puja por salir, una pareja de moscas
revolotea alrededor de la bombilla encendida.
Incluso ellas parecen saber mejor lo que quieren.
Pero una tropieza con la bombilla y al instante
cae fulminada. Vale. Decidiré y al día siguiente
cambiaré mi decisión. Seguiré siendo joven durante
un tiempo, y comeré si es que estoy hambriento.
Os querré a todos, y para ello me cuestionaré
a mí mismo si es necesario. Os desearé
y volveré a reafirmarme en vuestro nombre.
¡Juro que sólo haré aquellas cosas que tenga que hacer!
Y amaré tanto, que si amara solamente un poco más
estaríamos hablando de canibalismo.
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